La historia de Marta
Marta descubre que es una Persona Altamente Sensible (PAS) y, con ello, una nueva forma de entenderse. Un relato íntimo sobre el autodescubrimiento, la sensibilidad y el regalo del silencio para el autoconocimiento.
RELACIONES PERSONALESALTA SENSIBILIDADPERSONAS ALTAMENTE SENSIBLESCOMUNICACIÓN EN LA PAREJAINTIMIDAD EN PAREJA
Elena Soulma
2/27/20256 min leer



En un mundo donde el ruido es constante, encontrar momentos de silencio puede ser revelador. Marta, una mujer que se siente atrapada en la vorágine del día a día, descubre que el silencio es un espacio donde su voz interior puede ser escuchada y de una forma que nunca esperó.
Los veinte minutos para tomar una infusión, absorbida en los pensamientos mientras miraba la taza de búho eran la única escapada del día.
Marta removía en círculos la cucharilla disolviendo el azúcar mientras el olor a flores inundaba la mesa. Siempre le preguntaban porque tomaba rooibos, porque no tiene teína ni cafeína y es digestivo, también lo llaman té rojo sudafricano, tiene su origen en la cordillera Cederberg, en el norte de Ciudad del Cabo, a mucha gente no le importaba toda esa información, sin embargo, a ella le gustaba conocer de donde provenían las cosas, Arturo ya lo sabía, él tomaba su café ristretto todos los días.
Aunque se relajaba mientras miraba a Arturo desde el otro lado de la mesa, no podía dejar de darle vueltas una frase en su cabeza, "todo tiene su porque en esta vida", de la última videollamada con el jefe de administración, pero se habían prohibido hablar de trabajo en ese espacio, la madera que inspiraba toda la cafetería le daba una sensación fresca y las tazas de animales tenían un mensaje cada día, hoy la suya era un león que rugía con fuerza en sus palabras, recordando la noche pasada con su ex-novia, hablando con ella hasta la madrugada mientras veía irse un sueño de pareja con tanta rabia, tres años de relación y se quedaba con la amarga sensación de que nunca lo había comprendido de verdad. Marta sentía su decepción y dejo de comer su sándwich, menos mal que estaban tranquilos en esa hora tonta en la que ya todo el mundo se había encerrado otra vez en su trabajo hasta la hora de comer.
Arturo siempre olía a bergamota, ligero, elegante, cálido con su risa contenida y su manera de gesticular sincera cuando hablaba. Ingenioso, observador con una forma de mirarte que parecía que siempre sabía lo que sentías. Y sin embargo, seguía sin encontrar a nadie con quien compartir su vida. Marta estaba deseando llegar a casa, esos días de dedicación intensa a un proyecto llegaba con la cabeza nublada, los músculos tensos, desgastada con tantas conversaciones insulsas y el metro, un lapsus congelado entre el hoy y el mañana, sin energía, cenaba, estiraba con música relajante e intentaba dormir. A veces soñando, a veces recordando el día.
Demasiados reportes, demasiadas instrucciones, demasiadas preguntas, demasiados requisitos sobre el rebranding de la empresa en el departamento de marketing. Demasiados balances, demasiadas reuniones, demasiadas cuentas de resultados en el departamento de contabilidad, demasiado como para que Arturo llegara agotado y ella también a la pausa, no mediaron más que tres palabras, se miraron y escucharon la música relax que sonaba, se despidieron con la sensación de haber estado en un spa de silencio.
Marta, como todos, había recibido el correo convocándolos a una reunión de team building en Madrid el fin de semana a gastos pagados, Arturo reflejaba en su cara sorpresa y además odiaba el frío cortante de febrero en las calles hasta llegar del AVE al hotel, Marta se encogió dentro del abrigo verde, Agustín y los demás llegaban en el primer tren de la mañana desde Barcelona, sólo había una reunión preparada al final del domingo, lo demás eran actividades. Hace tres años que fue la última vez que compartieron actividades todos juntos.
Los hombres que había conocido la veían como una mujer fuerte, creativa, independiente, agradable, pero sentía que ninguno había comprendido como estaba en el mundo a flor de piel. Se durmió en el hombro de Arturo, Paula consiguió los asientos juntos, es la única que piensa en los pequeños detalles, como ella, los demás habían querido madrugar para ver Madrid antes de entrar en las actividades. Después de dejar las cosas en las habitaciones llegaron a la sala de convenciones, un hombre alto, enérgico, de hombros anchos y una sonrisa sencilla los recibió con música y la intención del día, hoy estamos aquí, para identificar vuestro estilo de trabajo vamos a hacer un paralelismo con animales simbólicos de grandes virtudes, Marta y Arturo se miraron conteniendo la risa, los demás entre curiosos y cansados iban escribiendo en las tarjetas la reflexión que les había planteado cerrando los ojos y viéndose en su día a día en el trabajo:
🔹 ¿Cómo enfrentas los retos?
🔹 ¿Prefieres planificar o improvisar?
🔹 ¿Te sientes mejor trabajando solo o en equipo?
🔹 ¿Qué es lo más importante para ti en tu entorno laboral?
Por supuesto, el director siempre el primero en implicarse y por supuesto repetía su frase, cada día es una aventura para crecer. Marta odiaba esa frase, cada día que lloraba cuando la desbordaba tanto trabajo, se enfadaba con las críticas poco empáticas, se asustaba con las predicciones agoreras del mercado, para ella cada día era una aventura para no acabar agotada en el departamento de marketing y en su vida.
El domingo, en la pequeña sala acristalada con aroma a vainilla y un silencio palpitante les esperaba un sobre azul con su nombre. Ernesto era profesor de la Universidad y daba cursos sobre emociones en la empresa, había podido llegar a ellos con su experiencia y su paciencia, los juegos y su presentación, las emociones decía o están en la corriente submarina o son la espuma de cada ola. Todos con cara de intriga abrieron los sobres, alondras, visionarias y comunicativas, leones, sabios y meticulosos, caballos, estrategas y colaboradores y dos delfines, ella y Arturo. Todos eran diferentes y cada uno imprescindible para el equipo.
Aprovecharon los dos para irse media hora antes y reservar el restaurante, en el taxi en silencio sabían que algo iba a pasar en la reunión, los dos estaban inquietos, con ganas de que se acabara el fin de semana y a la vez con una sensación extraña, cuando se lo contrataron rompiendo el silencio sobre el trabajo y la imagen de los delfines volvió a la cabeza de Marta, Arturo la cogió de la mano ¿ sabes que es ser un delfín Marta?, vivir en las emociones, bucear debajo del agua para ver el fondo, ser belleza o rareza para otros, ser sensible y empático .
Marta en la comida no dejaba de darle vueltas a todo, Arturo la miraba con ternura, y en su mirada Marta encontró calma, como cada día frente a frente sentía que la comprendía, que era fácil intimar con él, podía hablar de cosas profundas, tenía la intuición de que su conexión era importante, su cuerpo se relajaba y tenía que confesarse que le llenaba el corazón, pero ahora Alfonso después de volver al hotel estaba esperándolos como director, nada más entrar algo le dio un vuelco en el estómago a Marta, su gesto era distante y un poco nervioso, su traje era otro, sus palmas abiertas al recibirlos y toda la sala con las luces la deslumbraron, sentados vieron sus nombres en otro sobre esta vez era una tarjeta con su puesto y el logotipo de la nueva empresa, ahora yo vuelo como alondra hacia nuevas experiencias personales os dejo en vuestra nueva empresa, gracias por todos estos años.
Arturo odiaba las sorpresas, volvió en el taxi sin hablar, fue de vuelta a Barcelona en el tren cuando la voz que siempre le había dicho que era diferente repitió las palabras de Arturo, somos altamente sensibles Marta, somos delfines en este océano de la vida, su corazón empezó a latir tan fuerte como cuando era niña.
Sin decir nada, él deslizó su mano sobre la suya, entrelazando los dedos con suavidad, el tren avanzaba, la ciudad quedaba atrás.
Llegaron y la lluvia los abrazó en el andén. Las respuestas calan en el alma igual que una lluvia de besos.
© Elena Soulma
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